
Los rostros del sacrificio
Silvia Jiménez, comerciante de pescado, se instaló en un rincón de la plaza Eloy Alfaro, con esperanza en vender, desde temprano preparó su puesto para ofrecer bacalao, mero y liza, variedades esenciales para preparar la tradicional fanesca. Sin embargo, las ventas aún no habían comenzado.
“Nosotros no ganamos dólares, ganamos centavos”, dijo con sinceridad. El precio del quintal de pescado rondó los 700 y 800 dólares y a pesar de vender por porciones a $8 o $10, la utilidad es mínima. Aun así, su compromiso con la tradición era mayor que cualquier cifra.

La cosecha del año
Desde la comunidad de Palama, Vladimir Caiza llegó con sambo y zapallo. “Esto es natural, sin químicos. Solo la tierra y el tiempo”, comentó. Estos productos tardan hasta diez meses en crecer, y aunque los precios bajaron por la abundante producción tras las lluvias, los agricultores continuaban con la fe puesta en las ventas.
Los granos se ofrecían desde $0.50 hasta un dólar y los compradores comenzaron a acercarse lentamente. Caiza no solo vendía, también compartía un legado: “El sambo tierno es esencial, y el maduro sirve para dulce. Todo se aprovecha”.

Feria con alma
Doris Salgado, moradora del barrio Eloy Alfaro, recordó que los días más fuertes serían miércoles y jueves. “El viernes ya es para rematar lo que queda”, explicó. Relató cómo muchas comerciantes duermen en la plaza para cuidar sus productos. A pesar del esfuerzo, no se reportaron incidentes. “Gracias a Dios, todo tranquilo”, dijo.
Sobre la posible reubicación de la feria, Doris fue clara: “Aquí en Eloy Alfaro hay fluidez, comodidad para cargar y descargar. No creo que otro lugar sea igual”.
Salcedo no solo vive una feria. Vive una tradición que alimenta el alma.