Una fiesta con historia viva


La presentación del plan de salvaguardia de la festividad del Príncipe San Miguel, no es solo una formalidad. Es un acto simbólico donde los recuerdos, la fe y la historia se entrelazan con el presente para proyectarse hacia el futuro.
Una historia que nace en la Colonia
La investigación histórica liderada por el equipo consultor, en colaboración con la historiadora Rina Artieda, rastrea las raíces de esta celebración hasta el año 1574, en tiempos de la reducción franciscana de Molle Ambato. Aunque algunos archivos siguen siendo esquivos, se confirma el origen religioso y evangelizador de estas festividades, que en la época colonial buscaban catequizar a los pueblos originarios.
El sincretismo que persiste
La fiesta del Príncipe San Miguel, profundamente religiosa, se convierte con el tiempo en una manifestación híbrida. A lo sagrado se suman expresiones indígenas y simbólicas como los rituales a la Pachamama. Este sincretismo da vida a una celebración biodiversa, donde conviven la devoción católica, la herencia andina y la cultura viva de los pueblos.
Una fiesta viva y comunitaria
Priostes, artesanos, costureras, danzantes y sabedores ancestrales participan en la construcción colectiva del plan. La pirotecnia, los trajes, las acheras, las mistelas y la música popular son parte del tejido festivo que involucra a toda la comunidad. La consultoría se declara facilitadora, pero reconoce que el contenido nace de la gente, de sus memorias, de sus usos y sentires.
Hacia un futuro sostenible
El proceso no termina aquí. La socialización es apenas el inicio de una retroalimentación continua. El objetivo: lograr la inclusión de esta manifestación en la lista nacional de patrimonios culturales. A futuro, se espera ampliar el reconocimiento a otras festividades del cantón, como los Monos de Mulalillo o las Doñas de San Isidro.