La tradición de las caretas en Salcedo, un arte que da vida a los Años Viejos

En el corazón de Salcedo, Luis Alfonso Chiluisa es más que un artesano; es un guardián de la tradición y un símbolo de dedicación. A sus 77 años, este maestro de las caretas continúa transformando cartón y pintura en piezas únicas que no solo adornan los monigotes de los Años Viejos, sino que también narran la historia, la política y la cultura del Ecuador.

Un oficio con raíces familiares

Luis Alfonso comenzó a fabricar caretas a los 15 años, siguiendo los pasos de su padre. “Mi papá nos enseñó a trabajar desde pequeños. Todos mis hermanos aprendimos, pero yo soy el único que continuó”, relata. Hoy, más de seis décadas después, es el último en su cantón que conserva esta práctica artesanal.

Las caretas de Chiluisa son el resultado de un trabajo minucioso que combina técnicas tradicionales con creatividad. “Es un arte que se hace con paciencia y pasión. No es solo pintar una cara; es darle vida a una expresión”, explica.

El arte que trasciende fronteras

Cada año, Chiluisa produce entre mil y dos mil caretas. Aunque su taller es pequeño, su impacto es grande. Las caretas no solo llegan a todas las provincias del Ecuador, sino que también cruzan las fronteras para ser admiradas en otros países.

“La gente en el extranjero aprecia mucho lo que hacemos aquí. Ellos valoran el detalle, la historia detrás de cada pieza, porque en sus países no tienen algo similar”, comenta con orgullo. Este reconocimiento internacional ha dado un nuevo significado a su trabajo, aunque su mercado principal sigue siendo el Ecuador.

Un reflejo de la sociedad en cada careta

Las caretas de Chiluisa no solo son decorativas; son un espejo de la realidad social y política del país. Este año, las más demandadas incluyen los rostros del presidente Novoa y de la alcaldesa de Guayaquil. “Siempre trato de estar al día con lo que pasa en el país. La gente busca caretas que representen a personajes que marcaron el año”, dice.

Para Chiluisa, las caretas son más que un producto; son una forma de comunicar y reflexionar sobre la actualidad. Cada una lleva un mensaje implícito, una chispa de humor o una crítica social que conecta con quienes las adquieren.

Desafíos para mantener viva la tradición

Aunque Luis Alfonso se dedica de lleno a este oficio, enfrenta un desafío importante: preservar el legado en su familia. Sus hijos y nietos, aunque lo apoyan ocasionalmente, tienen otros intereses y ocupaciones. “Ellos me ayudan en cosas pequeñas, pero sus caminos son diferentes. Espero que algún día alguien de la familia continúe con esto”, expresa con un toque de melancolía.

A pesar de ello, sigue trabajando con la misma pasión de siempre. En su taller, rodeado de pinturas y moldes, Chiluisa transforma el cartón en arte, consciente de que cada careta cuenta una historia y mantiene viva una tradición que da identidad a su pueblo.

El valor de una tradición

En cada fin de año, las caretas de Chiluisa se convierten en protagonistas de una celebración que combina humor, crítica y esperanza. Los monigotes, adornados con sus máscaras, son quemados para despedir el año viejo y dar la bienvenida al nuevo con buenas vibras.

Para Luis Alfonso, este arte es más que un trabajo; es su vida. “Es mi única esperanza. Trabajo todo el año para este momento. Ver a la gente disfrutar de lo que hago me llena de satisfacción”, confiesa.

Con su habilidad y dedicación, este maestro de las caretas no solo crea arte; también construye un puente entre generaciones, preserva una tradición única y recuerda a todos que, detrás de cada pieza, hay una historia de esfuerzo, pasión y amor por la cultura.